EL HOMBRE QUE VIO DEMASIADO, de Trisha Ziff
Si tuviera que convencer a alguien de ir a ver El hombre que vio demasiado, le diría que es la historia del Nightcrawler mexicano. Admitiré mi ignorancia: no tenía ni idea de la existencia de este señor Enrique Metinides. De hecho, no es lo más periodísticamente correcto, pero entré a la sala de cine sin saber siquiera de qué iba lo que estaba a punto de ver. Pensé que se trataba de una obra de ficción debido a la exquisita secuencia de créditos iniciales, que intercala tomas de una imprenta de periódicos con la de una producción de féretros y las puntúa con la excelente música de Jacobo Lieberman. Luego vamos a la casa de un octogenario llamado Enrique Metinides, quien nos cuenta la historia de cómo se volvió fotoperiodista con tan solo nueve años de edad. Esto era demasiado increíble para ser verdad, pero pronto me di cuenta de que estaba frente a una historia real.
La directora Trisha Ziff, británica residiendo en la Ciudad de México y autora de documentales como Chevolution (2008) y La maleta mexicana (2011), nos presenta una historia que comenzó con un niño recibiendo una cámara de manos de su padre. Cada día iba, el pequeño Enrique escuchaba la radio e iba a fotografiar los choques y accidentes automovilísticos como si de coleccionar tarjetas o escarabajos se tratase, y no tardó prácticamente nada en conseguir empleo en el diario La Prensa. Toda su vida ha estado marcada por la nota roja, y algunas de las celebridades entrevistadas en el documental —entre ellos Dan Gilroy, director de Nightcrawler— hablan de sus obras comparándolas con pinturas sacras y apuntando al admirable ojo por la composición de alguien que no estudió fotografía ni periodismo.
La película cuenta con la participación y voz de otros fotoperiodistas, como Ricardo Moya, quien nos habla sobre las responsabilidades, cargas emocionales y límites en el aspecto personal que alguien en el oficio debe asumir para evitar ser consumido psicológicamente por el ver a la muerte para ganarse la vida. El documental es un balde de agua fría que nos hace conscientes de nuestra fijación con la nota roja, y como otras culturas —como la estadounidense— intentan suprimir las imágenes violentas y gráficas del periodismo mientras que en México las buscamos activamente.
Pero inevitablemente, Trisha Ziff no puede evitar centrarse en mostrarnos las excepcionales características de Metinides, un savant con colecciones enormes y fetichistas de figuritas y fotografías que hacen ver a su casa como la de un personaje á la Sherlock Holmes. El espectador se sorprende a sí mismo igual de fascinado por la existencia de este personaje como el mismo Metinides lo estaba con las imágenes grotescas que parece aún necesitar (tiene cientos de álbumes con recortes de accidentes y atentados de todo el mundo).
El hombre que vio demasiado vio la luz en el Festival Internacional de Cine de Morelia de 2015 pero se acaba de estrenar en los cines mexicanos, y con cada año que ha pasado desde aquel entonces, se ha vuelto más relevante y las palabras de los periodistas invitados se vuelven más pesadas debido a la consciencia que tenemos sobre lo cada vez más letal que puede ser ejercer esta profesión. Pero más allá de todo esto, es una exploración fascinante de una psique que a final de cuentas, no es tan diferente, ni más obsesiva ni más morbosa, que la del resto de nosotros. Aún con décadas de experiencia, Metinides no se considera un fotógrafo; más acertado, supongo, es afirmar que es un oscuro artista que con sus amargas y poéticas imágenes nos recuerda la fragilidad de la vida.
EL HOMBRE QUE VIO DEMASIADO 2015 | Dir. Trisha Ziff